aguafuertes con tinta rimel


Por Gladys Mendía (Venezuela-Chile)
S
obre Conrimel Encuentro Latinoamericano de mujeres poetas

Conrimel se llevó a cabo entre los días 17 y 19 de noviembre del 2010, en Santiago y en Valparaíso, Chile, bajo la tutela de los poetas Gladys González y Diego Ramírez, quienes invitaron a diversas escritoras y editoras de Nuestramérica a participar en una serie de actividades enriquecedoras en varios aspectos; desde el humano y anecdótico, hasta la reflexión y crítica literaria. Hubo talleres, recitales y conversaciones con diversas comunidades, muestras y ventas de publicaciones. Yo no sé si realmente dimensionamos la importancia de este tipo de encuentros, que superficialmente parecen ser uno más. Por nuestra historia en común, social y política llena de aguas turbias, por nuestro presente inmerso en la publicidad y el mercadeo de garras afiladas, una reunión de esta categoría, a nivel continental, es una reafirmación de nuestro carácter y determinación en contribuir al desarrollo cultural de nuestros pueblos. Es con profundo respeto (así lo vi en todas las escritoras) y gran entrega que cada una realiza su oficio literario sin dejar de lado, su misión de familia, equilibrio éste que celebro y apoyo, sobre todo en los tiempos confusos que vivimos. Por cuestiones de agenda, no pude sentarme a hablar tanto como hubiera querido con cada una de ellas, pero tan solo el mirarlas a los ojos, escuchar sus poemas, sus ideas y experiencias al micrófono o en algún almuerzo o desayuno, basta para intercambiar la energía necesaria que motiva a seguir adelante; tanto ellas como yo, sabemos que no veremos los frutos de este trabajo ahora, ni lo verán nuestros hijos o nietos, eso no es lo importante, lo esencial es hacer lo que cada una siente de manera apasionada y feroz, con todo nuestro ser y las herramientas que la vida nos ofrece. Para terminar esta brevísima reseña, quisiera recordar unas palabras del libro Nuestra América, que escribió el gran visionario Martí: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos”.

 


Por Soledad Fariña (Chile)
Conrimel 2010, experiencias de escrituras de mujeres poetas en Latinoamérica

La primavera pasada, a mediados de noviembre, nos juntamos nuevamente para hablar de poesía y mujeres. Lecturas y reflexión fue la tónica, pero también conversatorios y talleres. Qué pasa en Latinoamérica con la poesía y las mujeres, en su mayor parte, jóvenes: qué es lo que escriben, hacia dónde apuntan (o no).

La convocatoria de Conrimel de 2010 ( Gladys González , Diego Ramírez, más Balmaceda Arte Joven y colaboradoras/es) nos reunió una vez más cerca del mar, en Valparaíso, aunque iniciada y con momentos (lecturas, diálogos) importantes en Santiago.

A la alegría del reencuentro (muchas nos habíamos conocido en el primer Conrimel, en Coquimbo en el año 2006) se sumó una vez más el intercambio de textos, poemas, palabras, libros, con voces ya conocidas. ¿Qué recorrido poético había acontecido en 4 años? Ahí estaban: nuevos libros, nuevos hijos, peinados nuevos… también el énfasis en la multiplicación e importancia de editoriales y revistas independientes. Pero había una gran diferencia, si el primer encuentro fue de voces de mujeres del Cono Sur –argentinas y chilenas-, éste convocó a poetas de todo Latinoamérica. Y así fue como desde la comida de bienvenida tuvimos oportunidad de compartir con poetas paraguayas, bolivianas, salvadoreñas, cubana, venezolana, brasileña, además de las argentinas.

El programa fue intenso, en diversos lugares de Santiago y Valparaíso, pero quiero mencionar una reflexión que dio marco al encuentro y que fue expuesta por la poeta argentina Romina Freschi. Para esto quiero recordar la pregunta que nos planteamos, en términos generales, las escritoras chilenas que convocamos al Primer Encuentro de Poesía femenina Latinoamericana en el año 1987 ¿Existe una escritura de mujeres? Esa pregunta –y el encuentro mismo- originaron una serie de debates, pensamiento, escrituras, vertidos artículos y libros que aún son fuente para nuevas reflexiones. 23 años más tarde la reflexión continúa, se amplía y las preguntas adquieren una mayor sofisticación. Y aquí es donde quiero situar el marco de este “Conrimel” del año 2010, la pregunta ya no es sobre la especificidad de la escritura de mujeres, el planteamiento o la reflexión se sitúa en el espacio de la literatura en general y de sus marcas hegemónicas “Desde un autoritarismo marcado (…) se construye una hegemonía de lo masculino que opera tanto sobre el cuerpo de la escritura literaria poética como en los cuerpos de los actores que constituyen la institución literaria” afirma Romina Freschi. Dialogando luego con el concepto de supuesto de legibilidad de Emiliano Bustos y con el acercamiento y apropiación al Haiku de Roland Barthes, Freschi llega a preguntarse por otra posibilidad de lectura

“¿No podría esa práctica desprendernos de ciertas naturalizaciones históricas que nos oprimen y convertir así nuevamente – o por primera vez para occidente - al haiku y a la poesía - en un mecanismo musical y sinestésico, esto es, plagado de imágenes y sonidos, significantes sensacionales que provoquen respuestas de significación no hegemónicas?”

Lo interesante de la reflexión de la autora es que su planteamiento lo hace como Poeta Mujer: “ Escribo, pienso y siento como Poeta Mujer, no siempre en la misma medida soy una cosa y la otra pero siempre en alguna proporción me sostienen ambas. Desde ese lugar, también investigo .”
¿Volvemos entonces a la inquietud planteada hace 23 años? ¿Hay una especificidad en la mujer que escribe, piensa, investiga, como mujer y poeta , es decir, liberada del complejo de virilidad de la escritura occidenta l, al que el mismo Barthes se encuentra sometido, incluso enunciando un texto marginal?

Leer-escribir. Leer de otra forma: buscar las señas de una hegemonía masculina en la lectura - supuesto de legibilidad - de un texto. Escribir ¿de otra forma? ¿aceptar una cierta especificidad en el origen de un texto-pensamiento femenino desde la poesía? Buen inicio para el planteamiento de una investigación y buen inicio para abrir los oídos y el entendimiento de esta segunda versión de Conrimel.

Abril 2011

 

Por Ingrid Gauto (Paraguay)
Conrimel – Encuentro Latinoamericano de Mujeres Poetas

Pienso en un grupo de mujeres caminando cuesta arriba, Valparaíso, libros y papeles en los brazos, la belleza del encuentro concretado en la altura, Balmaceda, y de fondo el mar. Allí las palabras, las palabras y ellas, nos cantaron rancheras(1) , dijeron quien es “la chica que grita” (2) , hablaban guaraní diciendo “ha tamora'e” (3) : ojalá, ojalá.

De noche, versos de mujeres en la Sebastiana, dulzura de acentos diversos, vino, y el mar siempre cerca.

Pienso en una biblioteca con varias de ellas, algunas sentadas en el piso, oliendo a libros sobre el parquet, oyendo las lecturas, aprendiendo por ejemplo, como “emprender viagem a itaca”(4) , en la Biblioteca de Santiago.

Pienso en el espíritu de las líneas leídas, de las que nos trajeron a Hansel y Gretel (5) , de las que anduvieron por “autopistas” (6) de la vida, o de cuando la poesía se oye con un fondo de trompe. De cómo coincidimos, que a nuestra manera, todas habitamos ese “cuarto propio” en el que conviven los elementos que configuran el alma de una mujer.

Noviembre de 2010 fue el tiempo en el que Chile, en las personas de Gladys Gonzalez y Diego Ramirez, reunió a mujeres de orígenes diferentes pero con un lenguaje universal. Juntas danzamos ese idioma, su ritmo, con rímel.

REFERENCIAS

1 en referencia a un poema de Carito Hoz de Vila, Bolivia
2 A .M de Mille Torrico, Bolivia
3 Ha tamora'e, de Soledad Fariña, Chile. Ha tamora'e = ojalá.
4 Itaca, de Angelica Freitas, Brasil
5 en referencia a un poema de Norah Mendez, El Salvador
6 de Gladys Mendia, Venezuela

 

Por Carolina Hoz de Vila (Bolivia)
Conrimel: festival de editoras y escritoras latinoamericanas 2010

En la antigüedad el maquillaje se creó para embellecer al ser humano, con elementos naturales que resaltasen su belleza. Fue así que se constituyó en un ritual en el que cada uno puede mostrar sus mejores cualidades y atraer la atención con la decoración de su cuerpo. Ya los egipcios agrandaban sus ojos con Kohl. Los colores daban más viveza y definición a las facciones, como también una característica visual que atraía por naturaleza y producía sensaciones distintas en quienes lo observaban. El rimel fue uno de esos ingredientes, inventado siglos después para agrandar los ojos y darles más profundidad, a base de plantas. Algo tan seductor como el rimel puede sin duda convertirse en un ritual de protección para la guerra, como antiguas civilizaciones lo hacían para asumir fortaleza. El rimel es un larga vistas que prolonga la mirada hacia horizontes lejanos y da más confianza a la mujer para seguir sus caminos. Algo así como un amuleto es la máscara de pestañas que se crea con las palabras.

Un festival de literatura como CONRIMEL lleva este sello de identidad y garantía, donde las pestañas son el símbolo de protección que cada mujer construye en la escritura para dar vida a sus deseos, enfrentándose a un mundo de signos que pretenden avasallar y cuestionar su postura a cada momento. Se puede ser madre, se puede ser mujer, se puede ser escritora, sin perder el intelecto ni la feminidad de llevar un rimel en la piel, donde los pensamientos se pinten libres. La tinta del rimel guarda relación con la tinta del papel; desde ahí la poesía ejerce un poder de resaltar los sentimientos más ocultos y hacerlos aflorar a la voz de una audiencia. La religión del rimel crea una hermandad entre escritoras de distintos puntos de Latinoamérica, cuando los ojos de la poesía se pintan con la máscara de la literatura para tomar un lugar único y legítimo, desde dónde nombrar la vida y entenderla.

En la edición 2010 de uno de los festivales más prestigiosos de Latinoamérica, se reunieron escritoras de Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Paraguay, Salvador y Bolivia, en una serie de lecturas realizadas en Santiago de Chile y Valparaíso, en los puntos más importantes culturales, como ser la Biblioteca Nacional , el centro cultural Balmaceda y la fundación Pablo Neruda , para atestiguar sobre su labor tanto de editoras como de creadoras en un mundo literario, donde las posibilidades de perder son más que las de ganar. Todas hablaron del material con el que fabrican sus libros, que apuesta más por la pequeñez y la liviandad que por el peso. Quitar capas innecesarias a la literatura para transformar, corregir con el rimel del valor la tontería comercial de las editoriales tradicionales, es una cruzada misteriosa que nace en la poesía hecha por mujeres.

Es curioso, pero ya Italo Calvino mencionó una vez que, en los últimos tiempos, la literatura se convertiría más en un hecho estético de ligereza, donde la profundidad se condensase más en documentos pequeños, sin tantas páginas ni papel de por medio, que en una pesadez. Es como si la levedad naciese de un impulso de decirlo todo en pocas palabras y en una economía donde el lenguaje se utilice más como un fin que como un adorno meramente sonoro o visual. El silencio sustentará la nueva literatura, en que la respiración hará el gesto que dé más consistencia a las palabras y su verdad. La contundencia de la poesía hecha por mujeres se consagra en este acto, donde el rito de llevar el rimel de un ritual, como el rito de la luna que destaca Calvino, es un guiño o parpadeo que apuesta por limpiar lo innecesario, y convertir a la literatura en un medio accesible a todo punto, en un instante de encuentro entre el escritor y el lector.

Es que el mundo de la poesía es así, un lugar donde los sentimientos y las obras se tejen de manera artesanal, tal como lo comprobaron editoras de revistas y editoriales independientes de Argentina y Chile, mientras sus publicaciones económicas y divertidas tanto visual como materialmente, se basan más en un contacto real con la gente, en un lugar doméstico. La artesanía hace de la vida un hecho estético y de los momentos más simples un lugar desde dónde hablar a todos. Debates emergieron a la luz de esto como ser por ejemplo, la postura de la mujer como creadora en un territorio que sólo pertenecería esencialmente a hombres, para desembocar en la idea del Cuarto propio del cuál hablaba Virginia Woolf; tomando en cuenta que la independencia de la mujer nace de la idea de construir un lugar de pertenencia, que se libere de lo estático de los patrones institucionales construidos por la literatura tradicional y elitista, y fluya por otros lugares, donde la conversación con la simplicidad sea lo más importante. Alguien dijo que en su escritura desplazaba las paredes de ese cuarto, donde su mundo de duendes y sueños fluía, para ser llevado a las calles y a los lugares más inimaginados de su diario vivencial.

En cierta medida, la literatura se mostró en este encuentro como un viaje, a través de la aventura de la levedad, temas como el erotismo, el amor, la cocina, la experiencia maternal, la ciudad y la historia, como fuentes desde las cuales las escritoras se alimentan sin dificultan, se filtraron en los oyentes, como mitos de su materia onírica. Una mayoría coincidió en el hecho de que sólo se puede escribir desde la propia biografía personal, que lo construye su contacto inmediato con la realidad. Y no es para menos, tuve la oportunidad y la suerte de participar en este encuentro, compartir con mujeres maravillosas, talentosas y sencillas y más que nada aprender de ellas, para poder hacer en delante de mi literatura y de mis proyectos, un camino, donde al igual que ellas lleve la máscara de rimel en la sangre, con firmeza, y busque la sinceridad antes que la fama y el currículum.

 

Emma Villazón (Bolivia-Chile)
De poemas, paseos y guetos

Tres días y regalos incontables de presencias y poemas, “ free money” , no en un sentido literal, aunque algo parecido; puentes que emergieron, rostros perdurables, libertades inauditas, eso y otras cosas más, ya en la memoria, fue Conrimel 2010. La eterna pregunta sobre lo que podría significar cargar con la doble contraseña “mujer” y “poeta”, planteada como un vivir con una incomodidad permanente frente a los rótulos, los roles impuestos o un destino planificado. Un encuentro inmediato con Damaris y Marina, al calor de unas cervezas, la primera noche. Vueltas por el Paseo Atkinson, con vista al puerto, en Valparaíso, con Sole, Angélica y Natalia. Minutos preciosos de una vista a buques pesqueros rodeados de una bruma mañanera insólita para alguien cuyos ojos apenas se acostumbran al mar. Parpadeos entre medio que buscan y ven amigas al lado, no madres, ni padres, ni hijas, ni hijos deseosos de armarse árboles genealógicos sobre los que sostenerse. Fotografías entre medio. Esa misma tarde intercambio libros con Lía, descubro intereses comunes entre ambas, me dejo llevar por lupa, su último libro, me prometo mentalmente escribir algo sobre él, algo que trate sobre la discontinuidad o la fragmentación de una subjetividad en primera y tercera persona del femenino, algo que intente descifrar el porqué de la disposición irregular de los versos sobre la hoja, algo sobre el asombro frente a lo animal, los detalles, cierta sed quizás compartida con Lispector. Más adelante, en el bus, doy un libro, y recibo redondel , de Romina. Todavía me tintinean sus aros, ¿eran rosas o unos rombos multicolores?, como la lectura que da ella el domingo, en mi último día del encuentro. Desfilan ante mí niñas, cerdos, ironía, performance, transfiguraciones extraordinarias que me huelen a Marosa, por ahí también al humor de Thénon. Qué maravilla, otros reinos, me digo, nuevas posibilidades de escribir, de concebir la poesía. Recuerdo que exclama qué lindo ver que todas tienen su Plebella, y yo me callo, creo que soy la que se ha quedado con más, me he sacado varias sin que nadie se dé cuenta… A mediodía y por la noche, también me encuentro con Athenea, quien me dice que quisiera conocer Bolivia, también están Marcela, Nadia, Diego, Anahí, mis coterráneas Carito y Mille, al final con cada uno de ellos alguna palabra, algún gesto que cruzamos, sirve de lazo para iniciar próximas conversas.

E inevitablemente a mi mente también vuelve la escena del último coloquio en el que participé en Santa Cruz, Bolivia, en el que al abrir un espacio para la reflexión sobre género femenino y escritura, para que tres escritoras puedan contar su experiencia, recibí la ira del discurso más campante y, al parecer, más conservador de la ciudad, quien se mostró realmente incomodado por que se realice un evento de esa naturaleza. Esta rabia se tradujo en que se ubicó a las autoras del coloquio como discriminadoras de índole positiva, organizadoras de guetos, feministas anacrónicas, cuando paradójicamente se quería debatir sobre la noticia que ensalzó la prensa días atrás al señalar que más de 4 escritoras fueron las que presentaron nuevas obras en la Feria del Libro de Santa Cruz 2010.

Por lo que deduzco entonces que, en Conrímel, estuve nada menos que en un gueto latinoamericano, uno bastante numeroso, integrado por poetas de gran talento, con las que afortunadamente las preguntas sí fueron y son posibles; y donde percibí especialmente que existe la conciencia de que ese supuesto género que portamos, más allá de ser una construcción social, algo que algunos quisieran elevar a una calidad etérea, o dejarlo en una categoría gramatical, tiene sus consecuencias diarias en el cuerpo, en el vestir, en el deseo, en esa misma mano que escribe.

 

 

Para ilustrar
todas las notas
relacionadas con el
Conrimel utilizamos
fragmentos de la
portada original de
Mariana Castillo

 

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