Cantos 
            en la mañana vil
            Daniel Freidemberg
            Bs. As Paradiso, 2001
          Por 
            Carla Alanis
          
            La figura de Freidemberg ligada al espacio de circulación de 
            la poesía argentina (desde el Diario y el sitio Poesia.com 
            hasta lecturas e intervenciones en pequeños pero múltiples 
            reductos poéticos) es la que se me impone ante su libro. Lector 
            y escritor. Y como escritor que lee tomo el epílogo como punto 
            de entrada: Una cita de Eliot (“Vé, vé, dijo el 
            pájaro: la condición humana/ no soporta demasiada realidad”) 
            con una nota que reproduce otra de Vicente Gaos, el traductor. 
            La problemática que traza el texto es la realidad (existencia 
            real y efectiva de algo –RAE), o mejor dicho, la existencia 
            de lo real, aquello que Lacan define como incognoscible pero posible 
            de presentar indicios.
            El texto está compuesto por tres partes encabalgadas: La primera 
            (Cosas/ Oír/ Rodar) y la segunda (Como si a flote/ El fondo 
            oscuro) enuncian la imposibilidad del referente, la cosa como abstracción 
            de la nada: “No hay nada, sólo cosas/ No hay nada, las 
            cosas tampoco” o “todo es cada cosa”; los adverbios, 
            adjetivos y pronombres sin posibilidad de señalar o ceñir 
            la cosa (algo, así, todo, alguna, etc.); el “qué” 
            o “como quien” sin respuesta, flotan o ruedan sin anclaje. 
            ¿El resultado? Señalar la imposibilidad del lenguaje 
            como indicio para la existencia de una materia que como tal no tiene 
            representación más que como imposible enunciación, 
            como silencio: “Hay un misterio de la/ materia oscura: un/ 99 
            % del universo ejerce/ su gravedad sobre los cuerpos/ pero no se ve”
            La imposibilidad está instalada desde el ritmo ¿cómo 
            dar voz a aquello que no se conoce? El canto no tiene interpretación, 
            la voz se quiebra siguiendo el corte de los versos. Intentando una 
            continuidad, leo en voz alta como un trabalenguas (“`Irrealizando´ 
            escribo `la pared´, escribo `el ruido´,/ escribo `el ruido, 
            la pared ¿y qué?´// `Ahora´ escribo, `y 
            en la hora/ en que lo niegue una vez más´,/ escribo como 
            quien/ salió a perder : `no hay nada´ escribo `que perder./ 
            No hay nada más que cosas, no hay nada´ “), una 
            aserción posible, ¿un indicio?, que choca con una pregunta, 
            con otra aserción, la autorreferencialidad, este citarse agobiante, 
            agotador. Anunciado en los bordes finales de la segunda parte (xx 
            “eso ahora escribo: la pared de enfrente; xxi “Algo ahí 
            enfrente, una pared”), la tercera parte (“`No entres´/Dijo 
            ella turbia/Y entré) irrealiza la palabra contra la pared, 
            la superficie, y se recupera un sentido textual, para que la gravedad 
            ejerza finalmente su función y caiga la palabra, así 
            no flota ni rueda, se hace literatura: “Pura literatura: nombres/ 
            que se dan las cosas/ para ser”
            Cuando el sujeto se asume como función gramatical plena, el 
            hueco innombrable, se hace angustioso, por lo tanto se desvirtúa 
            la literatura tipificándola como “cosa muerta”, 
            un molde que no dice nada nuevo: “La vieja que/ sale con un 
            perro: literatura/ costumbrista, el ave:/ literatura arcaica./ Los 
            ruidos del mundo: el terror”. El gesto se repite con la cita 
            irrisoria y amarga del epílogo, antes de que sea tal pero que 
            funciona como salida preanunciada (“ ´La condición 
            humana`, etcétera,/ etcét ´el pájaro`, 
            etcéter la/ `demasiada realidad´,/ etcétera y 
            hacer literatura) y cierre y puerta del texto. Prolija y cuidada escritura
            Desde la nota al pie y la portada del libro hacia las solapas, un 
            perfil de lector y escritor de poesía publicado por Editorial 
            Paradiso: Leo en una editorial pequeña una generación 
            de poetas, más alejada de la que quiero pensar que es mía 
            o de la que me puedo apropiar y una trayectoria. Siento las distancias 
            pero una problemática común: ¿qué sucede 
            con la poesía? ¿Por qué hay tantos autores, encuentros, 
            editoriales, lecturas en formato reducido? En definitiva, ¿existen 
            lectores?