....poesía actual


PRELUDIO AL SILENCIO
Roberto Picciotto
Ed. Tsé-Tsé, Bs. As., 2004.

Por Lucía Mondino
   

En el intento de dar una explicación al fenómeno de la música, suele argumentarse que su peculiaridad está en que, a diferencia del lenguaje, para ella no hay un código significante al que le corresponda su significado. Lo que pocas veces se acepta es que dentro del espacio de la escritura es posible un efecto similar. El conjunto de poemas que reúne Roberto Picciotto en su último libro, Preludio al silencio, publicado por la editorial tsé-tsé, pareciera situarse en una especie de plano del borde, en donde la experiencia misma pasa al lugar de mito (palabra a la que luego volveremos), y en el cual el procedimiento está muy cercano al que ocurre con las composiciones musicales.

    El juego de nomenclaturas y contenidos en cada poema está sostenido sobre la base de un dualismo o desdoblamiento que está relacionado con, y en parte explica, la alusión del comienzo. El abanico de títulos tales como Himno himeneo para el viejo mundo, Fin de siécle, Peripecias andinas en la costa azul y De los diarios íntimos de un jubilado da cuenta de una multitudinaria profusión (expresión utilizada en uno de sus poemas) en donde se juega con la idea de una suma enciclopédica. El dualismo ocurre en el momento en que esa suma enciclopédica es tratada con una ironía, burlesca por momentos, desde el contenido de los poemas, que describen, por el contrario, una trayectoria natural hacia un núcleo palpitante, visceral y desesperado, una imagen del poeta como si fuese visto desde adentro. Así, en el primer contacto que tomamos con el libro, o ni bien abrimos con curiosidad el índice, nos encontramos con un armazón de símbolos y alusiones a la historia y cultura que se entremezclan alrededor del poeta. No obstante, a medida que nos adentramos en el contenido del libro, ese armazón sufre un proceso de desintegración dentro de la lírica personal de quien escribe el texto, que produce un placer muy grande en la experiencia de la lectura. De este modo los nombres juegan un papel crucial en el conjunto, se convierten en una voz autónoma que parece situarse en el lugar de observadora de lo que se quiere expresar, sin por eso ejercer un control que censure la fluidez de esto último.

Los versos "que de este efluvio de cloaca y perfume/ surja un canto melancólico y burlón/ que tal vez- digo señora tal vez-/imponga sobre las nubes un tono ligeramente rosado",de Himno himeneo para el viejo mundo, y "soy un saco de memorias./me he de disfrazar de mendigo./he de rondar la que fue mi casa",de Anatomía de la nostalgia son nada más que una muestra minúscula de las manifestaciones similares que se encuentran a lo largo del libro, en las cuales pareciera tratarse de llegar hasta la médula y los huesos del sentimiento. Para esto, Picciotto se sirve de una selección lexical florida y exquisita, en donde no faltan las palabras, clásicas, que condensan los grandes conceptos. Ausencia, sombra, reminiscencias, tempestad y demás son algunos ejemplos, en cantidad limitada, de esa estirpe de palabras imprescindibles. Es como si la presencia viva de los elementos originarios (la luz, la luna y otros componentes del mundo natural e incluso animal son omnipresentes en la obra) que rodean al poeta en su tarea de desenvolverse y mostrarse antes de la oscuridad lo llevaran a revisar otro universo de mitos, entendidos como historias de los orígenes comunes a la cultura, para, a su vez, caer en cierta incomodidad con respecto a ese universo, sin por eso desprenderse de él. O, más bien, como si desprendimiento del mito y un enamoramiento crudo de los mismos estuviesen mezclados en un solo movimiento.   

    Las cosas que hacen al contenido de lo que se habla ocurren en gran medida en un clima previo al mutismo, "anterior a la ausencia de color/ anterior a infinitos silencios"(de En un monasterio de Massachusetts), y la construcción de estas uniones tales como la que se da entre la luz y el mito o su ironía, pueden resultar también una suma frente a un abismo que se ve venir. El mismo funciona como un punto confluente ante el cual la tentación de la ausencia del sentido, a lo que parece precipitarse todo momento que antecede al fin, se expresa en el poema como un cúmulo de significados que no necesitan forzosamente de un molde significante, como se dijo al principio, sino que se captan desde su mismo sonido y agudeza sensitiva.